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“Las ideologías invierten, distorsionan, la realidad”: Josep Maria Esquirol Naturaleza Aristegui

El filósofo español habla con Aristegui Noticias a propósito de su libro ‘La escuela del alma’.

  • Redacción AN / HG
22 Dec, 2024 06:26
“Las ideologías invierten, distorsionan, la realidad”: Josep Maria Esquirol

Por Héctor González

“Suelo llevar una vida kantiana”, dice Josep Maria Esquirol (Sant Joan de Mediona, España, 1961), quien se conecta desde Barcelona. Han pasado al menos diez años desde su última visita a México, pese a que reconoce haber recibido invitaciones de universidades para hablar de los temas que articulan lo que llama “Filosofía de la proximidad”.

Alrededor de este tema han girado títulos como La resistencia íntima, La penúltima bondad y el recién publicado La escuela del alma (Acantilado). “Educar “significa ayudar a alguien a conducirse, a orientarse”, explica Esquirol en un volumen que apela a hacernos pensar en cuestiones esenciales de la vida.

Desde hace tiempo hablas de la filosofía de la proximidad como un tipo de pensamiento que reivindica lo concreto, ¿a qué te refieres exactamente?

Procuro no usar un lenguaje abstracto desconectado de lo concreto, que siempre es lo más real. “Proximidad” indica la manera de hacer un camino. En él no se trata tanto de correr mucho y de llegar muy lejos sino de procurar aproximarse, aunque sea solo un poco, a la hondura de las cosas. Hondura que se halla, ciertamente, no solo ni prioritariamente en lo excepcional, sino en la cercanía de la cotidianidad. Y, sobre todo, en el “prójimo”.

¿Cómo llegar a lo concreto y en este sentido como dialoga esto con las ideologías?

Ya estamos en lo concreto: en compañía de personas, cerca de las cosas, y siempre en situaciones determinadas; situaciones de las que, si uno atiende bien, emana ya una solicitud, una interpelación. Lo que ocurre es que hay muchas maneras de alejarse de ahí. Las ideologías desarrollan precisamente esta función. Invierten la realidad, la distorsionan, nos alejan de ella, es decir, nos enajenan y nos evaden. Como siempre, es a lo ideológico a lo que hay que resistir.

En La escuela del alma hablas de repensar como una forma de llegar a lo esencial. ¿Qué es lo esencial hoy?

Lo más esencial perdura. Lo más esencial del humano es su apertura. Esta apertura puede ser llamada de modos muy diferentes: afectabilidad, sensibilidad, vulnerabilidad… En términos más figurados digo que la apertura del humano va de la piel al corazón. Esto significa que la apertura es a la vez la hondura y que la hondura no es una interioridad cerrada sino todo lo contrario: obertura total. Entonces, la idea es que el humano está tan abierto que queda afectado incluso por lo infinito, es decir, por lo que nos traspasa y que de ninguna manera podemos asimilar: la vida misma, la muerte, el tú y el mundo. Son cuatro elementos en cierto modo “infinitos”, es decir, no definibles. El sentirnos traspasados por la vida es “el gusto de la vida”; el sentirnos traspasados por la muerte, es la angustia en sentido existencial; el sentirnos traspasados por el tú, es el amor, en todas sus manifestaciones; y el sentirnos traspasados por el mundo es el asombro.

La resistencia íntima, La penúltima bondad e incluso La escuela del alma, apelan a mirar de otra manera otro tipo de valores. ¿Cómo encontrarlos o, mejor dicho, darles mayor peso de cara un mundo donde abunda la violencia, la guerra, el abuso?

Lo primero que hay que advertir es que el pensamiento es ya acción. Quien comprende mejor una situación ya ha empezado a cambiarla. Lo segundo, es que muchas veces los pequeños cambios son los más revolucionarios. Por eso hablé, hace unos años, del desplazamiento de “medio palmo”, y, ahora, de los “círculos pacíficos de los treinta pasos”. Ese medio palmo y esos treinta pasos son algo que interpela a todas las personas. La escuela debería ser uno de esos círculos de paz que irradian paz. En otras palabras: la escuela es el lugar en donde se cultiva la reflexión (el pensamiento) y la paz. Cuando eso ocurre, la utopía ya se está realizando, a pesar de que más allá de su umbral domine la violencia.

¿Dentro de la línea de la filosofía de la proximidad, a qué te refieres exactamente con todo pensamiento es acción?

Hay un problema relativo a definir verbos como pensar. Evidentemente el término pensar es de uso habitual. Y, por lo tanto, con un espectro semántico muy amplio. En una orientación filosófica como la propongo llamo pensamiento a un movimiento, a una acción dirigida a pensar lo más hondo o en las cosas hondas de la vida o los misterios constitutivos que básicamente son: la vida, la muerte, el tú y el mundo. Cuanto esto ocurre te nutres, aunque no termines de dominarlo nunca. Yo entiendo el pensamiento en este sentido, por eso digo que el pensamiento no es solo teórico. Al pensar, al vivir este movimiento de acercarse a lo más profundo, uno va cambiando personalmente porque se relaciona con su entorno y con su situación de una manera distinta.

En La escuela del alma hablas de la existencia de gente buena, ¿por qué nos centramos en lo trágico? ¿Será que el pesimismo vende porque entre otras cosas nos supone una inacción?

Pesimismo y optimismo no forman parte de mi vocabulario. Creo, eso sí, que no cabe vivir sin esperanza. Pero ¿qué significa ahí “esperanza”? ¿Acaso se trata de una subordinación arbitraria al discurso religioso? En absoluto. El sin sentido lleva a la evasión (somnolienta, consumista o violenta). Por eso es tan importante encontrar aquello que ya tiene sentido -la belleza de las cosas o la compañía y la amistad… – a la vez que buscar y esperar un poco más de sentido: ahí está la profunda vocación filosófica de todo ser humano. Procurar hacer un camino con sentido hacia un poco más de sentido: esta es la situación humana fundamental. El mal es el sinsentido.

¿Cómo entiendes el mal, es consustancial al ser humano?

El mal es, literalmente, una degeneración. El gesto más genuino es la amabilidad, la generosidad, la compasión… Si esto se traduce a un lenguaje más aparentemente riguroso se podría decir que todo se resume en este sencillo imperativo: “procurar no hacer daño”. Ahí ya está todo. El acento, aunque no lo parezca, está en ese “procurar”, en ese cuidado, en esa atención. Ese esfuerzo para no dañar es ya el bien, y el bien mayúsculo. Por esta razón entiendo que “médico” es una categoría antropológica antes que profesional, porque médico significa sencillamente quien cuida y cura. Ser humano es ser médico. La inhumanidad crece con la indiferencia. Y, como decía, la indiferencia es ya una degeneración.

Dices que el mal es el sinsentido y es degeneración. Sin embargo, hay filósofos como Schopenhauer, quien decía que el mal está en nosotros mismos.

Intento hacer una reflexión sin dogmatismos ni afirmaciones tajantes. Se que hay otros planteamientos filosóficos, pero para mí el mal no está en el mismo nivel que la bondad. Aunque el mal es realmente radical, es decir, tiene que ver con las raíces, no lo es tanto como la bondad. A mi modo de ver, el gesto más genuino es el amparo, por lo mismo, la violencia ya es una degeneración.

¿Por qué el amparo es lo más genuino?

Porque es la respuesta más idónea, más adecuada, ante el rostro desnudo del tú. Es decir, si yo tengo ante mí la desnudez del rostro del otro, no una posición altiva, es el gesto que recibo de inmediato. Cuando hablo de desnudez me refiero a vulnerabilidad, debilidad, fragilidad, se puede decir de muchas maneras. El amparo es el llamado a ayudar, proteger o cuidar. El cuidado, dicho de otro modo, es un gesto más genuino porque responde mejor a la desnudez del rostro del otro. Ante el rostro del otro, la violencia es una irrupción inadecuada, pero que obviamente se puede dar.

En el libro habla de que vivimos una sociedad pantallizada, me parece que el problema no está en las pantallas, si no en el uso que hacemos de ellas, podríamos llevar esto a la Inteligencia Artificial.

He sostenido que el problema no está en las pantallas, sino en su dominio indiscriminado. También he sostenido que “Inteligencia Artificial” es una expresión inadecuada. Me admira muchísimo el progreso científico y tecnológico, pero no la ideología que a veces de allí se deriva. Una cosa es la enorme potencia informática y otra cosa, que nada tiene que ver, la comprensión humana. Entender es algo humano, muy humano. El programa informático no entiende nada de nada. Su admirable potencial debería nombrarse de otro modo. La escuela está al servicio de la reflexión, no de la confusión.

¿En qué sentido la Inteligencia Artificial es un término mal utilizado?

Evidentemente las personas pensamos a partir de nosotros mismos; entendemos inteligencia tal como la vivimos, pero esto lleva a confusión. Los programas informáticos sin duda son admirables e increíbles, pueden realizar un manejo rapidísimo de datos, pero eso no tiene nada que ver con entender o comprender algo. El programa maneja información, pero no entiende ni advierte y menos se da cuenda de nada, como sucede cuando accionamos la inteligencia. Lo más sensato habría sido manejar una terminología diferente, pero hablar de inteligencia resulta más atractivo, seductor y vende más.

En una época donde desde la escuela se promueve la productividad, la competencia, incluso la autoexplotación, ¿cómo recuperar la escuela con un sentido humanista?

Las cosas que tienen sentido cuestan. A veces hay que situarse en una especie de marginalidad buscando, sin embargo, poder incidir en el conjunto. Por supuesto, la resistencia consiste en el modo de vida de las personas. Una escuela que de verdad cultive lo más humano del humano, es decir, el encuentro como fraternidad, es un lugar mayúsculo de resistencia. Y ese cultivo de la no indiferencia no tiene solo una dimensión moral. Porque, a mi modo de ver, la claridad y la calidez son dos aspectos de la misma cosa. En la escuela del alma se cultiva al mismo tiempo, porque no es posible hacerlo por separado, la inteligencia y la sensibilidad, la claridad y la calidez.

En el libro hablas de la escuela como formadora de círculos de paz. En países como México, donde la violencia es cosa de todos los días y donde vemos a los niños literalmente haciendo simulacros ante posibles tiroteos, ¿cómo implementar el tipo de escuela?

Hay que ser muy prudente antes de hablar de esto. Una cosa es hacer esta reflexión sobre los gestos y las acciones fundamentales. Y otra, dar lecciones sobre cómo las personas que viven en situaciones concretas tienen que hacer las cosas. Muchas veces es la propia genta la que sabe cómo actuar. No creo el lugar privilegiado de la teoría, sea el sitio desde el cual tengan que salir los consejos de cómo hacer las cosas. Tal vez pueden salir algunas o cosas que inspiren, ese es mi modesto objetivo. No creo que en recetas mágicas. En general, los contextos en los que vivimos hoy en día no favorecen la creación de espacios de calidez y paz. La sociedad contemporánea está muy acelerada, es muy consumista y, en cierto modo, violenta, y es verdad que esta violencia como sucede en México, pero en general la sociedad occidental no va por buen camino. A pesar de esto, hay personas que hay un tipo de acción y relación humana que está llena de sentido. En el mejor de los casos, la escuela es el lugar donde personas con verdadera vocación docente intentan resistir a ese contexto demasiado violento, acelerado y consumista, demasiado economicista, para crear algo diferente. Son como testimonios de otro modo de vivir. Y eso no es anecdótico. Son como semillas que, en un momento u otro, pueden fructificar.

 

 

 

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