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“Me preocupa que el lenguaje inclusivo o emancipatorio quiera ser una nueva misión civilizatoria”: Brigitte Vasallo Naturaleza Aristegui

La escritora española publica en México su ensayo ‘El lenguaje inclusivo y exclusión de clase’.

  • Redacción AN / HG
20 Oct, 2024 11:25
“Me preocupa que el lenguaje inclusivo o emancipatorio quiera ser una nueva misión civilizatoria”: Brigitte Vasallo

Por Héctor González

Escritora, dramaturga e investigadora, Brigitte Vasallo (Barcelona, 1973) cree en el nomadismo como una forma hacer de frente a un sistema que se empeña en imponer y hacer mercado de todo, incluyendo las ideas.

No contar con estudios universitarios, no le ha impedido ser catedrática de las universidades de Nueva York y Barcelona, como tampoco escribir sendos ensayos que cuestionan su época, uno de ellos es El lenguaje inclusivo y la exclusión de clase (Almadía), que recién comienza a circular en México.

¿En qué momento empiezas a tomar conciencia de lo que está pasando con el lenguaje inclusivo y de los riesgos que conlleva?

Como escritora e integrante de la comunidad queer, digamos, el lenguaje y las inclusividades son algo inherente. Pero hay un ruido o malestar en el sentido de que hay cosas que no estamos diciendo y por lo tanto todo es más complejo de lo que creemos. Lo más importante es entender que la inclusividad forma parte del esquema de la modernidad, es patriarcal, capitalista y colonial; el sujeto, el enunciado y el objeto. Pensamos la inclusividad desde ahí, desde el sujeto que nombra aquello que podemos incluir. Sin embargo, el lenguaje es un artefacto mucho más antiguo y por lo tanto no funciona así, en el lenguaje todo es sujeto. Para ser nombrada yo tengo que desear ser nombrada. Es algo complicado porque nos implica el tema de la enunciación, pero al mismo tiempo me parece una noticia maravillosa porque quiere decir que hay algo en nosotres, como sociedad, que no pertenece a la sociedad de la guerra, que lo llevamos dentro y que nos puede enseñar un camino. No sé cómo, pero nos lo puede enseñar.

Al final quien decide incluir también decide a quién excluir, por eso “¿Quién incluye a quién? ¿Quién dicta los patrones?”

Sí, tenemos normalizado el reclamo de la inclusión. Por ejemplo, los derechos humanos no son un reclamo, son un acto de justicia inalienable, aunque nos los quiten. Ahí no pedimos inclusión, pedimos nuestros derechos. Pero tenemos tan asimilada la cuestión de lo inclusivo que caemos en un simplismo que no hace bien, por eso hay que preguntarnos ¿quién incluye a quién y dónde?, ¿por qué y para qué? Al asumir que queremos esa inclusión, asumimos que hay un centro que vamos a legitimar. En lo personal me parece que el esquema del centro está mal. Cuando desde una lingüística del dogma, el catecismo, la gramática, las leyes, se nos dice este lenguaje es incorrecto y nos ponemos a discutir sobre eso, en realidad estamos validando la norma. Y yo no reconozco la norma como válida. Les doy la razón a los y las lingüistas que nos dicen que este lenguaje es incorrecto por que sí, lo es; pero lo también lo reivindico porque es nuestro por eso prefiero llamarlo emancipatorio. El lenguaje es de quien lo habla y por lo tanto lo podemos hablar como mejor nos convenga.

¿Por qué el centro está mal?

Porque el centro es lo que crea todo lo otro. El concepto del centro crea la idea de los márgenes y por lo tanto tiene jerarquía. ¿Qué pasa si pensamos el mundo como distintos espacios que se comunican entre ellos de una manera aceptablemente horizontal? Cuando decimos centro nos referimos a la acumulación de poder, que es en este caso un poder también de enunciación y por lo tanto impide la convivencia de otras enunciaciones.

¿Y los polos?

Los polos son una de las dinámicas que vienen dentro de ese centro, forman parte de su lógica. Desde los lenguajes emancipatorios planteamos otras opciones como la “a”, la “e”, la “x” o “@” frente al masculino universal, y en el libro planteo que, si estas funciones aspiran a una universalidad, estaremos cayendo en lo mismo. A mí el masculino no me parece mal, lo que me parece mal es lo universal que está enganchado al masculino, eso es lo peligroso. Hay que reconocer que todas esas opciones que son posibles y que serán usadas por las comunidades según les vaya bien.

El lenguaje emancipatorio, como lo llamas, se está convirtiendo en capital cultural, adviertes en el libro, es decir se está quedando en las élites y no está llegando a lo comunitario.

Esa es la preocupación central de este libro. Me preocupa que eso que llamamos lenguaje inclusivo o esos lenguajes que quieren ser emancipatorios, yo hablo más en esos términos, quieran ser una nueva misión civilizadora. Hay varias ideas que nos impiden pensar en otros términos, una de ellas es la idea de que tú hablas como quieres, la realidad es que hablamos como podemos. Nuestros recursos lingüísticos no son infinitos. Tiene más recursos lingüísticos quien ha podido dedicar más tiempo a ese tipo de funciones y eso tiene una marca de clase, y la clase está racializada, tiene género, origen, todo eso. Cuando decimos que no queremos usar más el lenguaje del amo, nos estamos equivocando. Desde mi punto de vista, el lenguaje del amo no son las palabras, sino el método de producción de las palabras. Las palabras son herramientas sin más. Un martillo, ¿es un arma o una herramienta?, ¿es bueno o malo? Un martillo no es nada, un trozo de hierro como un palo. Si tú lo usas para clavar un clavo, seguramente está bien. Si lo usas para matar al vecino, seguramente está mal. Al usar los métodos de producción lingüística del amo, no hacemos más que generar una inflación, por eso cada vez se nos entiende menos y por eso cada vez las palabras tienen menos valor, eso es lo que realmente me preocupa.

Claro, no es lo mismo que uses una “x” tú como Brigitte Vasallo, a que lo haga una niña en su escuela, a ti se te permite, pero tal vez a la niña no.

Desde, luego esa es la cuestión, pero esto no quiere decir que cejemos en nuestros intentos del lenguaje emancipatorio. Si genera tanta violencia cualquier intento de hablar de otra manera, no es porque el mundo vaya a cambiar el mundo. Las palabras no cambian el mundo, pero retar al poder jerárquico que nos dice cómo tenemos que hablar, cuándo tenemos que hablar, en qué tono y en qué lengua tenemos que hablar, y decirle yo hablo como me da la gana porque el lenguaje es mío, sí genera una grieta. Ahí es donde están la tensión y la respuesta a la violencia. Entonces, ¿qué tienen todos estos intentos emancipatorios?, tienen la posibilidad de devolvernos el lenguaje a la comunidad. El lenguaje es esencialmente comunitario, no entiende de individualidad, incluso cuando hablas contigo mismo. ¿Qué lenguaje vamos a usar tú y yo?, pues el lenguaje que pactemos. Y a partir de esos pactos renovados constantemente vamos a tratar de entendernos. Ante ese poder férreo de las instituciones, nosotras tenemos que ser orgánicas.

 ¿Y ves esa apertura en quienes usan o quienes promueven estos lenguajes emancipatorios?

Claro. He estado en Brasil con Jenny Nuñez, ella está estudiando ahora las cartas jesuíticas y dice que el primer pecado que acotaron los jesuitas cuando llegaron a América al genocidio fue el nomadismo. Y me decía Jenny, un pueblo nómada no puede ser colonizado. Entonces, vamos a pensarlo también desde ese lado. Si nosotras nos quedamos ancladas en una forma de lenguaje, seremos colonizadas por el sistema. Tenemos que ser nómadas también en eso, en nuestras propuestas, lo contextual es lo comunitario. Yo creo que ahí es donde nos salvamos.

¿Propuestas líquidas, diría Bauman?

La idea de lo líquido no me gusta porque parece que se te escapa entre los dedos, me parece que tiene una capa de poco compromiso. Creo que tenemos que ser más orgánicas, ser capaces de hacernos bosque. En lo contextual está una de las claves.

Otro reto es el mercado que termina absorbiendo las contraculturas.

Vuelvo al nomadismo, porque el sistema convierte todo en temas o tendencias. El feminismo es interesante como método, no como tema; lo decolonial es más efectivo como método que como tema. Incluso cuando nos beneficiamos y nos sentimos en el centro hay que seguir con el nomadismo. Ahora el sistema recupera las ideas para convertirlas en mercado, ante eso recupero la idea de la humildad para dejar ir las cosas que están capturadas y buscar otros caminos. Soltar.

¿Estamos muy lejos de eso?

Ah, ¿a ti qué te parece? ¿Tú cómo lo vives?

Siento que estamos muy lejos, pero ahora soy a quien le toca hacer preguntas.

Yo también tengo más preguntas que respuestas. Siento que estamos muy lejos, pero al mismo tiempo siento que suceden cosas contra otro pronóstico. Necesito una cierta dosis de fe para levantarme cada mañana, así que me agarro a ella. Tengo fe en nosotres, y creo que haremos algo bonito que conseguirá parar todo esto.

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