La NASA buscará demostrar si hay vida o no en Europa, una de las lunas de Júpiter 
En octubre de 2024 la NASA llevará hasta Europa, una de las 95 lunas de Júpiter, a la nave Clipper, la cual tendrá como objetivo buscar indicios de vida debajo de la capa de hielo que cubre sus océanos.
- Redacción AN / MDS

Por Julio García G. / Periodista de Ciencia
El 7 de enero de 1610, el ingeniero, matemático y físico italiano, Galileo Galilei, descubrió uno de los satélites más representativos de Júpiter, Europa, el cual lleva este nombre no por el Continente, como muchas veces suele pensarse, sino por la madre del rey Minos de Creta y quien fuera amante de Zeus en la mitología griega.
La propuesta para denominarlo así fue del astrónomo alemán Simon Marius, quien vivió en la misma época que Galileo. Sin embargo, el nombre no se popularizó sino hasta mediados del siglo XX cuando las investigaciones para comprender mejor sus características comenzaron a tomar fuerza gracias a las naves Voyager 1 y 2 que lo fotografiaron en los años 70.
Ahora bien, ¿por qué los científicos se han detenido con tanto ahínco, a lo largo de las últimas décadas, a estudiarlo? ¿Qué es lo que lo hace tan espacial con respecto a otros satélites de Júpiter (el cual tiene 95) y a otras lunas del sistema solar?
Resulta que Europa -el sexto satélite más grande de Júpiter, pero que es más pequeño que la Luna- contiene debajo de la corteza de hielo que lo cubre océanos de agua líquida. Tan abundante es el agua en esa luna que, en proporción con el agua de los océanos de la Tierra, ésta se encuentra en grandes cantidades, inclusive existe más agua que en todos los océanos terrestres.
Por consiguiente, la presencia de agua hace a Europa uno de los sitios idóneos para encontrar algún tipo de forma de vida. Además, para ser habitable, requiere que tenga los ladrillos esenciales para que esta última se produzca. Estos “ladrillos” son elementos químicos como el carbono, el hidrógeno, el oxígeno y el azufre, los cuales, aunque aún no han sido confirmados, podrían encontrarse debajo de su superficie.
La búsqueda de océanos en Europa, una de las lunas de Júpiter. Video: NASA.
Para lograr confirmar -o descartar- la presencia de estos ingredientes esenciales, la NASA planea enviar en octubre de 2024 (y con la idea de que llegue a Europa en 2030), una nave espacial de nombre Clipper, cuyo objetivo será comprender la naturaleza de la capa de hielo que cubre su superficie, así como el océano que existe debajo de ella.
Los científicos confían en que, gracias a Clipper, podrán entender mejor el potencial para albergar vida de aquellos mundos que poseen, más allá de nuestro planeta, una alta probabilidad de ser habitables
Para lograr sus objetivos, la nave realizará docenas de sobrevuelos cercanos a Europa, con lo que podrá realizar y recopilar mediciones detalladas. De hecho, se espera que haga alrededor de 50 sobrevuelos a una altura de tan solo 25 metros sobre su superficie.
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Por otro lado, una de las características que hace a Europa ser considerado por los científicos como un satélite muy peculiar es su órbita. Resulta que, como la Luna, Europa no gira sobre su propio eje y siempre existe una cara que mira a Júpiter y otra que le da la espalda. Por lo tanto, la gravedad atrae más el lado de Europa que mira a Júpiter que el lado opuesto.
Además, la órbita de Europa es elíptica, lo cual hace que lo largo del tiempo varíe la distancia de esta luna con respecto a Júpiter. Este último produce un intenso campo gravitatorio debido a su gran tamaño. Y, debido a que la gravedad, y de acuerdo con las leyes de Newton, es un cuadrado inverso de la distancia, cuanto más cercana está Europa de Júpiter, mayor es la diferencia de gravedad que sienten los lados cercanos y lejanos de la luna.
Como resultado, Europa suele cambiar de forma y, debido a ello, también cambia su campo de gravedad, el cual, como podemos percatarnos, no es igual a lo largo y ancho de su superficie.
La Tierra no es el único cuerpo del sistema solar que posee océanos. Video: NASA
Y, justamente, con la intención de medir su campo gravitatorio, Clipper pasará a través de dicho campo cuando Europa se encuentre lo más alejado de Júpiter. Al estudiar cómo la gravedad de esta luna altera la trayectoria de la nave espacial durante cada sobrevuelo, los científicos intentarán comprender cómo es que cambia su estructura, lo que a su vez revelará cómo funciona y cuáles son sus características internas.
Sobre la placa que llevará mensajes a bordo de la misión
Inspirados en las placas de metal que van a bordo de las naves Pioneer 10 y 11 (con mensajes en distintos idiomas, así como con sonidos de la Tierra, símbolos matemáticos y el sitio que ocupa nuestro planeta en el sistema solar, que le diría a una civilización extraterrestre en dónde nos encontramos los terrícolas), la NASA pretender instalar en la nave Clipper una placa hecha de un metal llamado tantalio, que medirá 1 milímetro de espesor y unos 18 centímetros de largo y ancho.
Esta placa, además de proteger los delicados componentes electrónicos de la dañina radiación de Júpiter, contendrá una representación visual de la palabra agua en 103 idiomas.
De hecho, y como informa la NASA en su sitio de internet, “lingüistas profesionales ayudaron a recopilar una muestra diversa e inclusiva de familias de lenguas humanas de todo el mundo”. De lenguas que actualmente se siguen hablando.
Y el objetivo de la placa, más allá de que una civilización extraterrestre la encuentre, consiste en realizar un homenaje a la importancia del agua en el universo ya que, como dice la NASA a través de un comunicado, “el agua conecta toda la vida tal como la conocemos y todas las culturas humanas”.
Pero, más allá de estos mensajes de la placa, que podrían sonar un tanto románticos, la misión Clipper será decisiva para, de una vez por todas, salgamos de la duda en torno a si existe algún tipo de forma de vida, aunque ésta no sea vida inteligente, en otro sitio del sistema solar.
De confirmarse su existencia, se ampliarán las posibilidades de encontrarla, inclusive, más allá de nuestro sistema solar, ya que la química fundamental para que surja -los ladrillos básicos- también podría estar presente en otros planetas y lunas situadas en otras estrellas.
El asunto es saber si, aunque existan estos ladrillos fundamentales en otros sitios, ¿cómo es que logran combinarse para dar lugar a formas de vida elementales o quizás formas de vida más complejas como la nuestra?
En 1953, por ejemplo, dos científicos estadounidenses muy jóvenes, Stanley Miller y Harold Urey, llevaron a cabo un experimento titánico con el que recrearon las condiciones iniciales que contribuyeron al surgimiento de la vida en la Tierra. Para ello, en su laboratorio, lograron imitar la atmósfera temprana de nuestro planeta, así como el océano de esos primeros momentos en que surgió, hace unos 4,000 millones de años.
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Con éste, demostraron que las moléculas orgánicas para que surja la vida pueden formarse a partir de elementos y componentes inorgánicos.
Por consiguiente, si los elementos para la vida abundan en todo el universo, entonces ésta podría surgir prácticamente en cualquier sitio donde se cumplan ciertas condiciones como la presencia de una atmósfera que sirva como protección de la radiación mortífera que proviene de la estrella que hospeda a ese planeta o cuerpo; un planeta o una luna que no esté ni muy caliente ni muy frío (la llamada ´zona de habitabilidad´); y un océano o una superficie líquida en donde estos elementos puedan unirse y crear, progresivamente, organismos cada vez más complejos.
Pero ¿habrá una variable como el azar que intervenga para que la vida surja? Si el azar está presente, entonces el surgimiento de ésta podría ser tan solo una posibilidad muy lejana y nosotros, los seres humanos, producto de una casualidad, pero, al mismo tiempo, producto de que se cumpliesen ciertas condiciones químicas, pero donde también intervino el azar.
En realidad, desconocemos si el azar interviene o no en el surgimiento de la vida porque no tenemos otro punto de referencia debido a que, aún, no hemos encontrado ninguna otra forma de vida más allá de la existente en la Tierra.
Afortunadamente, tanto la ciencia como la tecnología intentan proporcionarnos las respuestas a estas incógnitas. Respuestas que, desafortunadamente, no sabemos cuándo llegarán.
Aunque quizás estemos cerca de ellas gracias a artilugios como la nave Clipper y otras naves más que, a lo largo de décadas, han investigado los confines del sistema solar buscando satisfacer nuestra innata curiosidad, nuestro instinto de exploradores.







