“Ser radical significa ir a lo profundo; pensar de manera crítica: Sayak Valencia 
La escritora desafía convencionalismos a través de su nueva novela ‘Adrift’s Book’.
- Redacción AN / HG

Por Héctor González
¿Qué es una novela? ¿Cómo debe leerse? Sayak Valencia (Tijuana, 1980) toma ambas preguntas y las responde a su manera en Adrift’s Book (U-tópicas), un libro que echa mano de la ficción, la poesía y el aforismo, para hacer una literatura trans en el sentido más amplio del género.
El relato, cercano a la novela negra, es subversivo en tanto que cuestiona las convenciones por medio del lenguaje y la forma. “Para mí la novela es un cuerpo elegible, como también lo es cuerpo de una persona”, explica una autora que gusta interpelar y sacudir neuronas, algo que antes hizo con su ensayo Capitalismo gore.
¿Cómo nace este libro Adrift’s Book?
Esta es la segunda vida del libro. Lo escribí mi tesis doctoral que se publicó como Capitalismo Gore. Adrift’s Book me permitía salir un poco de la violencia avasallante en que está inmerso el país. Creo que me gusta escribir literatura porque me coloca en un sitio de mucha imaginación política. Este libro surge también a partir de mi relación estrecha con las comunidades trans de diferentes lugares, por eso es que un detective trans marca la estructura o desestructura del texto, es como el mapa o la hoja de ruta para navegar en el género y el cuerpo. No quería escribir narrativa victimista, sino mostrar a una persona que está en tránsito. Quería también, proponer un trabajo de lectura que nos lleve a comprender que la estructura es mensaje. Juego con la idea del género negro y propongo una novela morada. Hay investigación, un asesinato y un detective, pero muevo esos elementos hacia otros lugares. Invito al lector, lectora, lectore a que cree su propio texto.
Creo que la estructura es precisamente la que brinda una mayor dimensión política al libro.
Quería una estructura que se cuestione y cuestione el canon de la novela decimonónica, que es tiempo y espacio. Me interesa romper la regla de lo que es una novela. Para mí la novela es un cuerpo elegible, como también lo es cuerpo de una persona. Intenté desestabilizar de manera crítica, lo que se dice desde el siglo XIX, que es la idea de sexualidad y binarismo que tenemos ahora, o sea. Lo que hoy entendemos por género se inventó en el siglo XIX y está muy vinculado con una visión sexualizada del trabajo, pero al mismo tiempo quería una dimensión lúdica y bella, no solo de ruptura o desobediencia. Por eso hay mucha imaginación política y mucho riesgo a la hora de elegir personajes, y al momento de utilizar los colores rojo y azul. Suena un poco intrincado, pero en realidad durante la lectura te sientes como en un barco, por momentos disfrutas el viaje y por momentos te cae una tormenta.
Por momentos juegas incluso con la poesía y el aforismo.
Me interesa el aforismo porque te da para pensar y tomar tiempo. La poesía por otro lado, me parece un lugar político donde la sensibilidad se pone en juego. Hay veces que, aunque no entiendas bien lo que dice el poema, sientes con todo el cuerpo lo que te puede llegar a decir. Para algunos poetas modernistas la poesía era un arma cargada de futuro, para mí, en este momento, el lenguaje es un arma cargada de futuro en tanto que es lo que nos está disputando los nuevos conservadurismos. No es una cuestión menor que el lenguaje nos desestabilice y extrañe nuestra mirada lectora, hoy estamos muy anestesiados y queremos que todo sea en 140 caracteres o en un minuto de TikTok.
¿Cómo entiendes la palabra radical?
La idea de radicalidad me interesa desde la raíz misma de la palabra que significa justo “ir a la raíz”. Ser radical significa ir a lo profundo, investigar un fenómeno y pensarlo de manera crítica. Curiosamente, lo contrario a radical es la polarización. Ser polarizado significa tomar decisiones abruptas, muy rápidas. En la narrativa de muchos medios ser extremista y radical son lo mismo, pero no es así. Si no somos radicales, entonces estamos mal informados, porque la idea de radicalidad es hacerse cargo también de esa información. Me gusta pensar que podemos desafiar esas estructuras, no digo que las vamos a cambiar completamente, pero el hecho de poder cuestionarlas nos permite construir diferentes diálogos.
¿Cómo definiste la estructura fragmentada del libro?
Soy disciplinada para escribir, cada línea la pienso demasiado. Más que pensar en la longitud pienso en el tipo de conversación que quiero entablar. En la novela solamente hay un personaje con nombre propio y es un infante, el resto se distinguen por sus funciones porque quería hacer una crítica a lo que somos dentro del capitalismo, en tanto que se nos dice que somos los que producimos. Algo que no está en la novela, pero seguramente haré en poco tiempo es un playlist.
¿Qué tendría ese playlist?
Tom Waits, Radio Head, Cat Power, por supuesto John Cage, porque la idea del sonido me parece interesante. Hay guiños hay al cine y a poetas como Menchu Gutiérrez, de quien tome la idea de que los colores podrían ser personajes.
¿Qué piensas del feminismo que no acepta lo trans?
El feminismo es un movimiento muy amplio y diverso, pero creo que sí le podemos exigir que sea antidogmático. El mujerismo no es una posición feminista. La palabra feminismo viene de un médico que empieza a utilizarla para hablar de hombres con tuberculosis. El doctor decía que los hombres enfermos de tuberculosis se feminizaban, por lo tanto, eran feministas. A las primeras sufragistas les decían feministas para insultarlas, para decirles que eran hombres enfermos, que ni siquiera tenían una categoría como mujer. Fue en Francia donde se dio la apropiación del término, pero lo cierto es que la palabra feminista no viene ni de las mujeres, ni tampoco de la reivindicación. No es una cuestión solamente del sujeto político del feminismo, sino de derechos humanos. No somos nadie para desconocer los derechos humanos de otras personas. Ante gobiernos como el de Trump o Millei, tendríamos que estar preocupadas por otras cuestiones como la violencia contra todas las poblaciones disidentes. Mi perspectiva es que si eres feminista tendrías que ser antifascista en todos los sentidos.






