“Mientras sigamos pensando nuestros trabajos como filantropía, seguirán existiendo quienes no te pagan”: Olivia Teroba 
La escritora publica ‘Dinero y escritura’, un conjunto de ensayos relacionados con el valor que atribuimos al trabajo creativo
- Redacción AN / HG

Por Héctor González
¿Se puede vivir de escribir, o se vive para hacerlo? La respuesta no es sencilla y encontrarla implica en profundizar en cuestiones como la economía, la educación, la política y la familia.
Por medio de un conjunto de ensayos breves e incisivos, Oliva Teroba (Tlaxcala, 1988) hace propia la pregunta e intensa hallar sino una respuesta, al menos algunas posibles explicaciones alrededor de un tema que sin problema se puede extender a los trabajos creativos. Dinero y escritura (Sexto Piso), es el resultado de un ejercicio sin victimismo de autoconocimiento, pero también de un posicionamiento crítico hacia el statu quo.
En las primeras páginas del libro escribes que la culpa y la redención están presentes en tu proceso creativo, ¿por qué?
Parte de mi trayectoria literaria ha consistido en analizar mis procesos de escritura. Con el tiempo descubrí que mucha de mi educación familiar, social y sentimental, está inmiscuida en mi literatura. En la idea del tiempo que una le dedica a escribir termina poniéndose estándares muy altos o viviéndolo como una deuda que hay que pagar, en ese aspecto se parece a la formación católica porque todo el tiempo estamos reparando y viviendo con culpa, pareciera que la escritura es una tarea que no se completa nunca. Durante mucho tiempo intenté llevar un diario y nunca pude concretarlo, en algún momento me puse a revisar las notas y encontré que la mayoría empezaban: “Hace mucho que no escribo”.
¿Esa sensación de culpa tiene relación con el poco valor que se le da al trabajo creativo?
Claro, crear muchas veces implica sacrificar tiempo libre o entradas económicas. La noción de que no tiene valor alguno se puede inmiscuir tanto que cuando estamos en procesos creativos importantes pareciera que perdemos el tiempo porque estos trabajos requieren relajación, lectura, ver películas o dispersarse, es algo muy difícil de medir y por lo mismo persiste la sensación de no saber si se hace lo suficiente, y esta incertidumbre afecta la escritura.
Los ensayos del libro plantean una crítica más sistémica, hablas de nuestra relación con el ocio e incluso de la familia.
Me interesa cuestionarme por qué dentro de este sistema nos cuesta tanto disfrutar nuestro tiempo libre o por qué nos genera ansiedad descansar. Vivimos una época donde hay muy mucha incertidumbre sobre el futuro y esto nos lleva a siempre querer producir. Esto está insertado en nuestra forma de vida. Nunca hay recursos para la cultura o la literatura, hay que buscarlos por todos lados, pero también es cierto que mientras los escritores y los creativos sigamos pensando nuestros trabajos como un acto de filantropía, seguirán existiendo quienes no te pagan o te pagan poco. A veces cuesta más llenar el recibo de honorarios que el trabajo que vas a cobrar.
¿En qué momento caíste en cuenta que este tipo de temas daban para un libro?
Cuando el texto que da nombre al libro ganó un premio de ensayo literario. Al publicarse en una revista recibí mensajes de algunas colegas y amigas, y a partir de ahí pensé que había muchas cosas por tratar. En lo personal me ha servido mucho ubicarme y saber porque me siento así.
En el libro también está el tema de la política pública, los concursos o las becas.
Hay un terreno que se ha ganado en materia del apoyo de las instituciones. Me parece bien que las becas existan, el asunto es que es muy fácil irse con el espejismo y pensar que es el único camino. No puede ser que las becas o los premios dejen de lado necesidades básicas de quienes escribimos como la seguridad social. En la vida práctica estos montos muchas veces solo sirven para pagar deudas o resolver cuestiones de salud. Una charla o presentar un libro implica un trabajo, pero suele suceder que las instituciones son las primeras en no valorarlo y piensan que solo por llevarnos de viaje y pagar un hotel es suficiente.
¿Por qué casi no se habla de estos temas y que tan alejados estamos de que las reflexiones de tus libros o las denuncias en redes, tenga injerencia en la vida práctica?
Estamos muy lejos. Nos ha costado entender que las denuncias en redes no son suficientes, acaso son un primer paso hacia la enunciación. En el libro hablo de cierta precariedad, pero también se que no basta. La idea es abrir el diálogo, nos falta organizarnos. Desde hace tiempo se habla de crear un tabulador, pero no ocurre. Necesitamos pensar en cómo transformar esa rabia y pesadez en acciones. Nos falta saber dónde estamos parados desde una mirada analítica.
¿Hay miedo a señalar o criticar a las instituciones o personas?
Sí, en estos días tenemos mucho miedo de opinar y esto se debe también a las redes. No nos estamos dando cuenta de que las redes moldean nuestros discursos. Las opiniones que más se difunden son las que tienen más likes, por lo tanto, quienes van contracorriente no tienen la misma resonancia. A partir de este libro hay quienes me preguntan, ¿qué hacemos o qué sigue?, yo misma no sé, lo importante es abrir el diálogo en principio.
¿Por lo pronto tienes algo en mente?
No voy a hacer la revolución, pero al menos quiero empezar a trabajar un tarifario justo con la especialización. No tiendo a crear agrupaciones, prefiero centrarme en cuestiones relacionadas con la vida práctica.






